Parado, frente a una construcción rectangular en una provincia tarasca, un funcionario de la ocupación española —en el siglo xvi— se asombró por la cubierta de palma de la techumbre con cuatro caídas de agua, y por el entretejido de su elaborado copete o remate del mismo material, hecho con tanta habilidad y belleza. Techos como aquél, tuvieron mucha difusión en la antigüedad mesoamericana. De haber regresado el funcionario dos o tres siglos después, ya no habría encontrado lo que tanta admiración le causó. Los habitantes lo abandonaron para guarecerse en otro tipo de construcción y con otro tejido social: el troje purépecha.
Consúltese en uno de estos enlaces: